jueves, 27 de noviembre de 2008

UNA PLACA AL SECTARISMO EN EL CONGRESO ESPAÑOL (I)

La decisión de la Mesa del Congreso español de no colocar en el edificio una placa en honor de la religiosa Sor Maravillas de Jesús, dando marcha atrás a un acuerdo anterior, ha motivado abundantes comentarios que critican el sectarismo disfrazado de espíritu laico.-

José Luis Restán comenta en Periodista Digital (21-11-2008) la explicación socialista de que esa placa sería incompatible con la aconfesionalidad del Estado.

En la Sala del Congreso de los Estados Unidos, en Washington, se alza la estatua de un fraile mallorquín, el beato Junípero Serra. El edificio que mejor representa la aventura democrática de Norteamérica se honra con la presencia de este franciscano evangelizador de California y nadie siente que con ello haya sufrido la laicidad consagrada por la Constitución. Al contrario, la memoria de hombres y mujeres de diferentes credos en el edificio del Congreso, ilustra perfectamente la idea de que cada uno con su identidad peculiar, puesta en juego en diversas circunstancias históricas, ha contribuido a la grandeza de la nación.

No así en Madrid. La inocente pretensión de que una monja ilustre, Santa Maravillas de Jesús, fuese recordada por una placa en el Congreso, ha suscitado una polémica amarga y patética que nos deja alguna que otra lección. Una serie de lazos históricos y familiares avalaron la idea de recordar a esta carmelita en la sede parlamentaria. Quiso la providencia que naciera en un edificio que hoy está integrado en el complejo de la Carrera de San Jerónimo (¿habrá que cambiar el nombre a la calle?), y resulta que fueron diputados sus abuelos, su padre y su tío, y alguno de ellos llegó a ostentar la presidencia de la Cámara.

Resulta además que la monja no fue una monja cualquiera. Con un temple y un empuje singulares puso en marcha una importante reforma dentro de la Orden de las carmelitas descalzas, fundó numerosos monasterios y desplegó una importante labor social. Y por si fuera poco, Juan Pablo II la canonizó en su último e inolvidable viaje a España, en 2003.

Pues con todo y con ello, aceptemos que era discutible poner o no la placa en el Congreso. Se podía argumentar que, habiendo poca tradición de este tipo de símbolos en dicha casa (sólo existen dos placas, una para Alfonso XIII y otra para Clara Campoamor), había que pensar bien quién y por qué sería el tercero. Lo que en ningún momento se podía aducir es que Maravillas no podía estar por tratarse de una monja católica, y contradecir por tanto la aconfesionalidad del Estado.

(...) En primer lugar, la sana laicidad no aconseja (como pretende el PSOE) el vacío de connotaciones religiosas en el espacio público, sino al revés, un espacio que acoja cordialmente la diversidad de identidades culturales y religiosas que han contribuido a forjar la sociedad española. Por otra parte, una placa recordando a Santa Maravillas nunca sería “un símbolo religioso”, sino una memoria civil de que existió una mujer que, a través de su vocación religiosa, emprendió una serie de tareas que han contribuido a plasmar el rostro de la sociedad española.

Tiene gracia que el Congreso pueda recordar a un médico, a un monarca, a una sufragista o, llegado el caso, a un domador de circo, pero de ningún modo a una monja. (...) Y éste es el fondo del problema. Que el incontenible sectarismo de esta generación socialista es incapaz de aceptar que la fe cristiana da forma al compromiso civil de muchos ciudadanos españoles, y que resulta una violencia intolerable (desde el punto de vista moral, pero también jurídico) que se les excluya del ámbito público en cuanto tales. (...)

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