sábado, 8 de noviembre de 2008

LA ALEGRÍA (I)

Hace muchos años leí un pensamiento de una sabia persona de hace siglos: “No se puede estar junto a una persona triste y con mal carácter, más de un día”. Y poco tiempo más tarde del mismo personaje leí lo siguiente. “Cuando estés triste haz algo de estas cuatro consejos: A)Date un baño en agua caliente. B) Habla con un amigo de temas personales que te preocupan. Abrir el corazón. C) Haz un rato de oración y habla de tú a tú con Dios. D) Duerme a pierna suelta. Descansar.

El autor es nada menos que Santo Tomás de Aquino, teólogo y gran pensador y escritor, al que es preciso hacerle caso en este tema de la alegría por lo que veremos más adelante. ¡Quién lo iba a decir! ¡Que un santo se preocupase de estos temas nimios! Y es que la alegría es muy importante hoy y siempre. ¿No se han dado cuenta que hoy la gente se ríe poco? ¿Se han fijado cuando viajan en un tren o bus de una ciudad cómo va la gente de preocupada? ¡Van tristes y puede ser por lo difícil que están las cosas!

Pienso que es un cúmulo de asuntos los que tienen culpa de la falta de alegría. ¿La gente joven es muy alegre y los mayores son menos? Puede ser que sí. Pero también hay jóvenes que parecen viejos prematuros y mayores que son jóvenes de espíritu. Las personas jóvenes acuden a los sitios alegres y donde la gente se encuentra alegre. ¿Hemos pensado por qué el Papa Juan Pablo II atraía a los jóvenes y acudían para escucharle y estar unas horas con él después de viajar hora de avión, pasaban sed, hambre y sueño para escucharle y estar unas horas con él.

Le aplaudían y escuchaban en silencio. Y muchos de ellos, hoy mayores, pueden dar crédito de lo que aquí se dice. ¡Nadie les obligaba y ellos se gastaban parte de sus ahorros en ir junto al papa polaco! ¿Por qué fue así? El papa les quería de verdad y les hablaba con fuerza, pero nunca les riñó. Se reía con ellos y se ponía a su altura.

¿Queremos que los jóvenes acudan a la parroquia y estén junto a Dios y demás feligreses? ¿Queremos que la juventud vuelva a Dios? ¿Por qué motivo no se habla más de alegría y de la manera de alcanzarla? Esto nos lleva a hablar del pecado y de la confesión. Pero hablar con el corazón y la inteligencia. ¿Decir pecado quiere decir hablar de tristeza? Pues, sí señores. Pecado = Tristeza. Una persona que peca está con la tristeza (el que mata, el que roba, el que es perezoso, o tiene envidia, o es un soberbio, o es lujurioso… comete un pecado) Sin embargo la persona que se confiesa y siente que Dios –representado por un sacerdote- le perdona y le dice vete en paz, es una persona alegre. Pecado =/= Alegría.

Leamos el Evangelio, donde es el mismo Jesucristo quien nos cuenta la parábola del Hijo Pródigo, que le pide a su padre su herencia y se marcha a tierras lejanas. Se lo gasta todo de forma poco aceptable y muy desafortunada. Se queda sin blanca, recapacita y vuelve a la casa de su padre y este le recibe muy alegre y manda organizar una comida de las que nunca se había hecho en aquella casa. Cuando vuelve el hijo mayor pregunta a un criado qué es lo que ocurre con aquel bullicio en su casa y este le dice que ha vuelto su hermano y su padre, lleno de contento y de alegría, organizó un gran festejo.

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