Algunos padres piensan que deben proteger a su hijo tímido de toda posible inquietud, pues les rompe el corazón verle sufrir. Sin embargo, esa sobreprotección parece alentar a la larga los temores del niño, pues le impide desarrollar su valor. Jerome Kagan, que también estudió extensamente esta cuestión, comprobó que los padres que actúan así suelen ser luego excesivamente indulgentes o ambiguos a la hora de exigir a sus hijos, y les privan de la oportunidad de aprender a hacer frente a lo desconocido o lo difícil.
En cambio, los padres que procuran mostrarse cariñosos y atentos, pero sin caer en el error de evitarles cualquier pequeño contratiempo, logran que el niño aprenda a dominar mejor por sí mismo ese momento de desasosiego. Suelen ser padres que marcan un sentido claro de la autoridad y la disciplina necesarias para una correcta educación y, en particular, para superar la temerosidad o la falta de recursos infantil Ante el niño tímido, los padres deben ejercer una leve presión para que sea más sociable.
Han de procurar que hable más, que salga más de casa, que abra más su círculo de amistades y trate más a los que ya son sus amigos, que comparta sus cosas, etc. De lo contrario, con los años puede cronificarse el problema y acabar siendo una persona temerosa, solitaria, arisca, desconfiada, etc.
— ¿Y cuál es el origen de la timidez?
La timidez es un entramado complejo de sentimientos. Suele provenir del temor al juicio de quien nos observa, que nos hace sentir vergüenza. Se podría decir que es un estado de ánimo causado por la impresión de no estar actuando con la debida dignidad. La mirada ajena, convertida en una amenaza, aparece como desencadenante de una sensación de miedo a ser mal visto o mal considerado. Y a veces se tiene tanto miedo a la mirada o a la presencia ajena que se evita exponerse a ella.
Muchos niños son temperamentalmente vergonzosos, y de modo innato tienden a la timidez, pero aprenden pronto a superarla. En un determinado momento, al romper el hielo que supone, por ejemplo, hablar en público ante varios compañeros, se dan cuenta de que pueden hacerlo bien, o que al menos se desenvuelven con suficiente soltura. Esas experiencias, aunque sean muy fugaces y puntuales, resultan muy alentadoras para el chico –o para el de más edad –, pues le hacen ver que tiene capacidad para superar su vergüenza natural y llegar a ser una persona segura.
Una recomendación práctica para los padres es tender a que la escuela sea para el niño como una primera batalla que él ha de afrontar por su cuenta, sin sus padres. Ante las pequeñas dificultades que surgen en el trato ordinario con sus compañeros y profesores, no conviene intervenir cuando el chico puede resolver por sí mismo el problema. Como es natural, no se trata de que los padres se desentiendan, pues deben estar pendientes de su marcha escolar, y en contacto con sus profesores, pero es mejor que alienten a su hijo desde el principio a considerar que ése es su campo propio, donde le dan ayuda y orientación, pero donde debe aprender a manejarse por sí mismo. Alfonso Aguiló Pastrana. Autor de numeroso libros y artículos sobre Educación. Director del Colegio Tajamar.
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
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