miércoles, 19 de marzo de 2008

VARIAS ANÉCDOTAS REALES DE LA VIDA

UN BUEN Y EXCELENTE CONSEJO

Inés Bojankin, más conocida como la Madre Teresa de Calcuta, Premio Nóbel de la Paz en 1979, siempre tuvo fama de ser una persona extremadamente sencilla. Sus consejos han sido de una simplicidad que desconcertaba a quien se lo pedía.
En cierta ocasión, un grupo de profesores norteamericanos se dirigieron a ella:
-Por favor, díganos algo que pueda ayudarnos en nuestra vida.
La Madre se limitó a contestar:
-Sonrían Lo digo completamente en serio.

SEGURO DE SONRISA
En el año 1927, una actriz americana hizo un extraño contrato con una compañía inglesa de seguros. Según este contrato, la actriz recibiría 50.000 libras esterlinas -cantidad grande para aquellos tiempos- si en los diez años siguientes perdía la capacidad de saber sonreír por causa de una enfermedad o por cualquier otra desgracia.

NO TODO VA PEOR

Cuenta el filósofo G. Thibon de que Chesterton escribió hace más de setenta años. “¿Por qué diablos se publica en la prensa la siguiente noticia: Ayer un albañil se cayó de un andamio y se mató? ¿No sería más inteligente y más consolador, anunciar: Ayer. En Gran Bretaña, 68224 albañiles no se cayeron del andamio?” A poco que se piense, dada la fragilidad de los andamios y los distraídos que son los hombres, resulta más extraordinario que 68.224 albañiles no se caigan del andamio que el hecho de que se caiga uno sólo.

“EN MI PUEBLO NO SE ACOSTUMBRA”

El santo Cura de Ars recomendó a una joven que se confesó con él que comulgase con frecuencia. Cada quince días, que en aquella época se estimaba bastante frecuente. La joven puso una pega:
- En mi pueblo no se acostumbra eso.
No vio dificultad el santo.
- No importa, si no hay costumbre, la introduces y empieza a comulgar tú.
Al poco volvió la chica:
- En mi pueblo todos me señalan con el dedo, porque comulgo cada quince días.
Preguntó el sacerdote:
- ¿No tienes amigas? Llévalas a que comulguen contigo y no serás la única. Haz apostolado con ellas.
Pronto volvió la joven con otras dos que ya se habían comprometido a imitarla. Seis meses después eran ya la docena. Un día se presentó el párroco de aquel pueblo a dar las gracias al de Ars.

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