sábado, 6 de octubre de 2007

ARRIVEDERCI ROMA Y CAROLINA

Mi amigo ha estado en Roma hace unos días. Viene entusiasmado por lo que ha visto y por lo que no le dio tiempo a contemplar. “¡Hay que volver de nuevo!”, me argumentaba. Pero, una de las cosas de las que nunca se olvidará en su vida, será lo que mi amigo denomina de una forma especial y aquí lo llamaremos “La joven Carolina”. El caso es que mi amigo –que se llama Luís- se perdió del grupo de españoles, entre ellos estaba su esposa, que no se percató en aquel momento.

Y hete aquí que Luís no llevaba nada de nada: ni móvil, ni euros, ni agenda con el número del móvil de su esposa y de pronto, se encuentra solo en una villa romana. Como habían visitado al representante en el Vaticano, de muchos conocido Francisco Vázquez, exalcalde de La Coruña, volvió a la mansión de nuestro querido diplomático aunque ya estaban cerradas las puertas. ¿Qué podía hacer Luís? Sereno, comenzó a caminar y sin ningún temor, aunque algo nervioso, paso a paso, se adentró en una calle donde había tiendas a un lado y otro.

De pronto se encontró con una firma española de ropa para mujer. Y buscaba la manera de conectar con alguien que le pudiera echar una mano –al menos que hablase español- con el fin de resolver el problema de Luís: conectarse con el grupo de del que se había separado.Entre las empleadas había una y se la presentaron: una joven española, llamada Carolina. Esta chica se preocupó mucho por Luís, de tal manera que llamó un taxi, le entregó a Luís una cantidad de euros y le comentó, en italiano al taxista, que si no encontraba el alojamiento de Luís, lo volviese a llevar al lugar donde estaban y ya se encargaría ella de solucionar la “papeleta”. Hay que decir, que por el nerviosismo, Luís confundió el nombre del lugar del alojamiento.

Al final, después de mucho ir de un lado a otro Luís llegó a su destino. Se despidió del taxista, subió a la habitación donde le esperaba su esposa. Al día siguiente volvieron al establecimiento donde trabaja la joven Carolina, pero su turno era de tarde. No obstante las compañeras le llamaron por el móvil y le hicieron ir. Luís se la presentó a su esposa, a la vez que alababa el buen hacer del día anterior de Carolina. Ésta se emocionó. Las lágrimas asomaron en sus ojos.

Como no era oportuno devolver unos cuantos euros, Luís la invitó a visitar la ciudad y alrededores de procedencia en España, como premio a su generosa dedicación, como es ayudar a un español perdido en una calle romana. Es preciso comentar que Luís llamó a un jefe de Carolina para hacerle saber lo que esta joven había realizado, fuera de programa con un español, al que nunca había conocido antes. Sobran los comentarios, pero si esto fuera un concurso ¡Carolina un diez!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy agusto he leido este relato de la cioudad de Roma, donde se puede aporeciar que sigue habiendo gente noble y buena, como Carolina, que está dispuesta a realizar una tarea desinteresada por los demás. Quedo muy satisfecho Tomás Juárez

Anónimo dijo...

¡Qué bonito este relato!! Parece ser un cuento de otra época, ya que no se imagina una que ahora, en este siglo, ocurran hechos como el que se menciona en este escrito. Gracias a Carolina, que nos da una lección de categoría y buen hacer. María Martínez