lunes, 28 de enero de 2008

MERECIÓ LA PENA SER SU AMIGO (I)

Era una gran persona y gran amigo. Trabajador como él sólo. Estar a su lado fue siempre un descanso para todos. Alegre e ingenioso con todos. Con sus padres, hermanos, primos... y con sus amistades. Animaba y sugería siempre. Se preocupaba de que los demás lo pasaran bien. Nunca hablaba de su persona, sino de los demás. Tenía muchos, pero que muchos amigos. Se hacía querer por todos. No es que fuese un objetivo o táctica, sino que los demás le devolvían –no siempre, por desgracia- el cariño que él sabía derrochar a su alrededor.

¿De quién hablamos? De Francisco Iglesias González, nacido en Betanzos y que el lunes día tres de marzo es el cuarto aniversario de su fallecimiento. No quisiera que su persona pase al olvido de forma fácil. Paco, como le llamábamos los amigos, colegas y compañeros, fue un hombre amable, sencillo, con una gran personalidad y que fue una gran suerte encontrarse en la vida.

Recuerdo, a pesar de los muchos años que han pasado, cuando le conocí. Acababa de llegar a la ciudad que me ha dado cobijo desde entonces. Me lo presentó un profesor de universidad de Santiago de Compostela. La amistad, a partir de aquel momento, fue creciendo día a día. Paco era bueno. Muy bueno. Inteligente como los haya en este planeta. Listo y con una memoria tremenda. A su lado era preciso mejorar porque se te contagiaba todo por mimetismo.

De Paco no se puede decir nada que no sea positivo. Recuerdo que aquel año de 1962 se había presentado a una plaza de Radio Nacional de España, ya que lo suyo eran los medios de comunicación. No la consiguió porque la ganó otra persona mejor preparada o con más experiencia. Nunca dijo el por qué. Pero Paco no se amilanó. Pertenecía a una familia sencilla y modesta, de varios hermanos y debía salir adelante. El bachiller que había estudiado en aquel entonces era de una rama agrícola, si no recuerdo mal. Le faltaba el llamado preuniversitario para dar el salto a la universidad.

Paco se presentó –mientras trabajaba en un banco de Betanzos- para obtener una plaza en una entidad bancaria –lejos entonces- del pueblo que le vio nacer. Aprobó pero sin plaza. Le dijeron que en breve le llamarían para ocupar un puesto de trabajo. A los pocos meses Paco dejó su Betanzos y sze integró en el nuevo puesto de trabajo. Paco sí que quería mucho, porque siempre habló de Betanzos con ilusión y querencia. ¿Cuándo se le va hacer hijo predilecto y se le pone a una calle su nombre? ¡Allí donde estaba Paco todos los que le rodeaban conocían Betanzos de oída porque él se encargaba de hablarles! ¡Y cómo describía sus fiestas "Os Caneiros", el globo del día de san Roque, sus ríos y sus rincones!...

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