En cierta ocasión, una empresa japonesa iba a realizar una presentación con diapositivas en un hotel de Barcelona. Con dos semanas de antelación, mandaron un croquis acotado del enchufe para el proyector; y a los pocos días llegó un empleado de la empresa, con el fin de comprobar si el enchufe contaba con las dimensiones que se ajustaban a las tomas de electricidad del hotel. Las dimensiones eran las estándar de un enchufe como los que usamos en España, y así se dijo. Pero el japonés fue personalmente al hotel para comprobar si ajustaba bien el enchufe con la toma. Aquello no podía fallar, hubiera sido una vergüenza.
El japonés compite contra sí mismo. Está siempre tratando de superarse, es decir, de ser mejor de lo que ha sido. Cuando digo que la causa de su éxito es “hacer lo que piensan hacer”, y esto es precisamente lo que se debe hacer, quiero decir con esto: hacer lo que se piensa hacer”, siendo ello lo correcto, ni más ni menos. Pero analicemos un poco estas frases, porque esto es mucho más de lo que pensamos, sobre todo los españoles, acostumbrados a la aventura de la improvisación.
En primer lugar, los japoneses piensan a fondo lo que se debe hacer; lo piensan durante muchas horas y muchos cerebros a la vez, con una increíble aptitud para la comunicación mutua, que los occidentales no llegamos a penetrar. Esta es una de sus capacidades excepcionales: la de pensar en equipo con un efecto multiplicador. Y para nosotros su carencia constituye una gran debilidad
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
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