El día uno de noviembre, al hablar de la santidad,les prometí contarles unas anécdotas de taxistas. Hoy es buen día para hacerlo. Como me las contó un buen amigo así las cuento ya que son divertidas y reflejan muchas cosas: la vida misma de cada día de una persona del Opus Dei, que desea hacerse santo con su trabajo ordinario y corriente. Es preciso decir previamente que los tres taxistas pertenecen al Opus Dei y como ya pasaron muchos años, no pienso que nadie se pueda molestar porque las cuente en el blog .
EL ANGELUS EN EL TAXI
Uno de ellos estaba en la tarea de hacer una “carrera”, cuando le pararon y subieron unas monjas vestidas de monjas. Al poco tiempo en la radio del taxista dieron las doce del mediodía. Iban por una calle de la capital, cuando el taxista les propuso a las monjas si querían rezar el Angelus. Una de ellas respondió algo molesta:
-Ya estamos otra vez, metiéndose con la Iglesia…
El taxista, tranquilamente, le respondió:
-Nada de eso, hermana, yo pertenezco al Opus Dei y tengo la sana costumbre de rezar esta oración cada día al mediodía. Voy a misa a diario y rezo el santo rosario, entre otras cosas.
-Ah, bueno. Si es así me callo.
Y una de las monjas comenzó el rezo del Angelus…
¿EL OPUS ES SÓLO PARA LOS TAXISTAS?
Otro colega del anterior recogió en la calle a dos o tres ejecutivos que salían o iban a una reunión o entidad oficial o bancaria. Iban atropellándose al hablar y aparecía en la conversación una persona vinculada al Opus Dei, que era compañero de los ejecutivos. Hablaban de él como una persona normal, pero… El taxista después de escucharles un buen rato, pidió la palabra y comentó.
-“Perdonen, que les interrumpa. A ustedes les pasa igual que a mí. Yo pertenezco al Opus Dei como su amigo del que tanto hablan. Cuando pedí la admisión en la Obra, pensaba que el Opus Dei sólo era para los taxistas. Ahora veo que también hay ejecutivos como su amigo que pertenece al Opus. ¡Y aquí me tienen sentado delante del volante, como su amigo estará en su trabajo correspondiente, que no sé en qué consiste! Yo tengo otros amigos taxistas con los que hablo, bebemos unos refrescos, ya que el alcohol no se puede consumir en esta profesión, y nos lo pasamos la mar de bien. Al amigo de ustedes les pasará igual que a mí”
No sé la cara que pusieron aquellos señores, pero cuando me contaron la anécdota creo que el que la narraba añadió una sola palabra: “Estupefacción”.
UNA NOCHE OCURRIÓ
Y al taxista tercero le ocurrió un hecho curioso, ya entrada la noche de un día cualquiera, puede que fuera un viernes noche. No lo sé. Recogió a un hombre algo “alegre” por el alcohol ingerido, que le dijo sin más:
-¡Lléveme a una casa de citas! Quiero esta noche estar con chicas simpáticas…
-No le llevo, señor, a ese sitio por mucho que me pague. No quiero que usted ofenda a Dios, en primer lugar. Además usted lleva alianza, está algo bebido y no debe hacer eso. Seguramente que está casado y tendrá familia que le está esperando…
El otro sorprendido, después de un momento de titubeo, le respondió:
-Pues, sí. Si quiere que le diga la verdad mi esposa está esperando el cuarto hijo. He cobrado la paga del mes, me marché esta tarde de casa y me voy a “fundir” todo el dinero…¡Estoy más harto de trabajar y más trabajar! ¡Esta vida no tiene sentido para mí!
-Pero, hombre. Piense un poco las cosas. Mire yo no tengo prisa, tengo toda la noche por delante. Todos tenemos que trabajar en algo y ganamos más o menos. Esa es la vida, amigo. Si quiere, paramos el coche y nos tomamos un café con churros y se tranquiliza un poco. Me cuenta su problema y procuraremos entre los dos en buscarle algún arreglo. Además sobre las siete de la mañana abre una iglesia y pienso ir a misa, cosa que hago todos los días. Y usted se viene conmigo.
-¡Vaya hombre, me ha salido meapilas! Pues yo no voy a la iglesia de mi barrio desde que bautizamos el último hijo, que ya hace tiempo… ¿Y qué voy a hacer en la iglesia esa mientras usted asiste a misa?
-Pues me acompaña. Le presento a un sacerdote y se confiesa que a lo mejor lo necesitará. Después de darle ciertos argumentos, que sería largo de contar –y, además, no los conozco- el otro respondió:
-¡Hombre! ¿Sabe una cosa? Que me está convenciendo, de veras.
Y así fue. Bajaron, tomaron el café con churros –siguieron hablando como amigos de toda la vida- y sobre las siete de la mañana el taxista enfiló hacia la iglesia donde se iba a culminar el “milagro” de la conversión del que se había ido con la “paga” y se la quería “pulir” aquella misma noche de forma alegre. Se confesó, oyó misa y comulgó.
Al salir de la iglesia, se le veía radiante de satisfacción. El taxista le comentó:
-Llama, habían pasado ya al tuteo, ahora mismo, a tu casa y dile a tú esposa que vamos para allá. Que esté tranquila
-Tardaremos poco tiempo, que la circulación es buena. Dame tu teléfono, pero si quieres también yo te doy el mío y, en cuanto hayas arreglado con tu esposa los asuntos vuestros, me llamas para contarme algo y quedarme más tranquilo. Ya sabes: aquí me tienes para lo que necesites.
Al poco tiempo de dejarle en su casa, le llamó por teléfono para decirle que todo había salido bien y que le agradecía un montón lo que había hecho por él aquella noche, aunque no había podido realizar ninguna carrera y ganarse el sueldo suyo.
A los pocos días el taxista recibió otra llamada que le dejó más que pagado: era del matrimonio -el que había abandonado su familia una noche- para invitarle a ser el padrino del pequeño que ya había nacido. Y por supuesto fue al bautismo del recién nacido e hizo de padrino.-
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
2 comentarios:
Me han gustado las tres anécdotas que han colgado en el blog. Que se repita la buena idea que pienso nos hace mucho bien a todos. Una vez más, muy agradecido. Enrique Pinon. Zaragoza
ME PREGUNTO ¿CÓMO HACEN LOS TAXISTAS PARA SER TAN BUENAS PERSONAS Y AMABLES CON TODOS?
PORQUE ES VERDAD QUE ES DIFÍCIL ENCONTRAR UN TAXISTAS DE MAL HUMOR O QUE TRATE DESPECTIVAMENTE A LAS PERSONAS QUE SON EN POTENCIA LOS CLIENTES SUYOS. ME AGRADRÍA SER TAXISTA POR UN DÍA PARA AVERIGUARLO. GRACIAS. JUAN POMBO (OURENSE)
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