martes, 7 de octubre de 2008

¡DESCANSAR EL FIN DE SEMANA O QUÉ HACEMOS?

Existe una concepción del descanso el fin de semana según la visión hebra o judía y otra concepción que se ha expandido por occidente de forma rápida. Me acordé de este asunto cuando esta noche, antes de la cena, alguien comentó algo así como: “Bueno, mañana ya es miércoles”. Inmediatamente me vinieron a la mente las dos concepciones del fin de semana. Son muy diferentes y fáciles de asumir, pero una de ellas lleva a una postura totalmente distinta de la otra y es de una gran eficacia laboral, humanística, e incluso, más saludable en cuanto al cuerpo y mente.

“¿A dónde quiere usted llegar con este tema?” Veamos una por una ambas concepciones. La judía y hebrea lleva a su seguidor al descanso total: no están permitidos en el día del sábado realizar ningún tipo de comercio, ni compras ni ventas de las más grandes a las más pequeñas, caminar más de un determinado número de pasos, ni siquiera llevar dinero en los bolsillos, encender fuego para hacer la comida, tampoco encender/apagar la televisión o una luz en la habitación, pasillo, despacho, etc.

Eso sí, dedicar el día a la oración y alabanzas a Dios. Ya Jesús en el Evangelio se enfadó en más de una ocasión cuando sus discípulos tomaban unas espigas y las frotaban para poderlas comer, con el consiguiente malestar de los fariseos que murmuraban que aquello no se podría realizar, porque Yavhe (Dios) lo tenía prohibido desde el comienzo de la Creación.

Y cuando Jesús estaba en una casa y le llevaron un enfermo y todos se le quedaron mirando para ver lo que hacía. Jesús, que veía en el fondo de los corazones de todos aquellos, les hace reflexionar con una pregunta a la que nadie respondió porque no supieron o no desearon realizarlo: “¿Quién de vosotros no lleva al asno u otro animal a beber en sábado porque el animal tiene sed?” ¡Hipócritas!, ¿acaso vale más un asno que una persona que tiene una parte de su cuerpo mal y no puede usar una parte del cuerpo y viene a mi para que le sane? ¿Por qué no puedo realizarlo?”

Aunque parece que me salgo del tema, no es así. La concepción judía del descanso tiene una raíz religiosa, ya que es Dios el que ha legislado todo lo que se les manda y ellos –el pueblo judío- el que obedece a pie juntillas. Tanto es así que Cristo –Dios hecho Hombre, les tiene que recriminar- manifestándoles que no es el hombre para el sábado sino al revés.

¿Hemos pensado el fruto y conclusiones estupendas que conlleva esta concepción a una sociedad moderna o menos moderna? Toda una sociedad de una nación descansando, para comenzar con más brío sus obligaciones al día siguiente. Esto es para una tesis doctoral y mucho más.

Analicemos por encima la tesis occidental. La gente trabaja el lunes con la resaca del viernes noche, sábado tarde y noche, y domingo dedicados a todo tipo de barbaridades –permítaseme este vocablo- como todos sabemos que se realizan en nuestras casas, calles, barriadas, pueblos y ciudades, playa y campo, desde la tarde del viernes hasta la tarde noche del domingo. Comer mucho, beber bastante, viajar todo lo que se pueda, comprar o vender hasta ¡el cuerpo y el alma! si es posible. ¿En qué piensan tantas mentes ya el martes? Pues nada menos que aún hay que pasar la frontera del miércoles, jueves y ya estaremos ¡por fin! otra vez en el viernes para hacer lo mismo de la última semana.

Saquen ustedes las conclusiones: el occidental llega al lunes cansado, con muchas manzanillas y tilas consumidas el domingo noche para poder incorporarse a sus tareas laborales, ya sean los grandes magnates o simple banquero. El cuerpo y el alma rotos de tanto consumismo hasta que el cuerpo aguante.. y el alma hastiada se busque la soledad en una isla o en la montaña más alta.

Y acabo comentando que el pueblo judío es de una eficacia tremenda en los negocios y son la envidia de muchos otros países competitivos. El secreto está –en gran parte- en esta concepción del descanso con raíz religiosa, quiérase o no. La raíz y demás partes de la concepción occidental –hoy están copiadas por muchas razas y países- tienen unas consecuencias nefastas ya que hacen de la persona humana un guiñapo sin ilusiones, sin ganas de reiniciar la tarea laboral y falto, sobre todo, de iniciativa, porque al fin y a la postre es un ser conducido desde esferas extrañas. Que sabe que el hombre –y la mujer también- son seres o animales de costumbres, fácil de meter en el laberinto del que no puede salir por su propia voluntad por al tela de araña que le inmoviliza. Llámese consumismo, capitalismo…

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