martes, 16 de septiembre de 2008

RITA, JULIO, MI MUJER Y YO

Leopoldo Abadía - 16/09/2008

Hoy va de confesiones íntimas. Lo siento, me he levantado así. En el artículo de la semana pasada, hablaba de Julio Iglesias. Y por esas cosas curiosas que pasan en la vida -algunos le llaman cruce de cables- me acordé de Rita Hayworth.

Rita era una actriz de los años 40 y 50, que se hizo muy famosa por la bofetada que le dio Glenn Ford en una película. No sé cuántas veces tuvieron que repetir la escena, pero estoy seguro de que la pobre lo pasó bastante mal. A mí me gustaba mucho Rita Hayworth. Yo era un chaval y aquella señora me parecía estupenda.

Pasaron los años, muchos. Un día anunciaron por televisión una película suya. Nos quedamos mi mujer y yo a verla. Yo, para comprobar que tenía buen gusto ya de pequeño, y mi mujer, para lo mismo, porque yo le había hablado muchas veces de mis veleidades juveniles.

Me quedé muy satisfecho. ¡Tenía muy buen gusto! Mi mujer también me felicitó. Hablando de mi mujer, me ha dado permiso -aunque es público- para que diga que le gusta mucho Julio Iglesias. En casa se habla normalmente de “Julito”.

Sabemos todo lo que le pasa, sus conciertos, sus hijos, la edad que tiene, todo. Nuestros hijos ya saben que el mejor regalo que le pueden hacer a su madre es un par de entradas para un concierto de nuestro Julio. Hace poco hicimos 150 Km. de ida y otros tantos de vuelta para escucharle. Mi mujer, habitualmente muy comedida, estaba exultante aquella noche. Yo, como no cantaba Rita Hayworth, estaba más calmado.

Mi mujer y yo estamos siendo muy felices en nuestro matrimonio. Dentro de un mes hacemos nuestras Bodas de Oro y lo pensamos celebrar tirando la casa por la ventana.

Es muy difícil decir cuáles han sido las causas de que, 50 años después, las cosas nos sigan yendo tan bien. Cuando digo “las cosas” me refiero a que sigamos ilusionados, a que nos sigamos queriendo, a que mi mujer me siga pareciendo guapísima y que yo a ella le siga pareciendo normalito, que ya es bastante.

Si nos ponemos a pensar en las causas, me parece que la lista sería interminable y, además, incompleta. Para detallar lo que nos ha pasado en 50 años harían falta muchas páginas y se nos olvidaría la mitad. Pero sí hay un punto en el que he pensado muchas veces: que mi mujer me aceptó como yo era, y me sigue aceptando, y que yo le acepté a ella como era, y le sigo aceptando.

Que ella nunca quiso que yo fuera como Julio Iglesias ni yo le comparé nunca con Rita Hayworth. Que yo me casé libremente con una chica que me gustaba y me sigue gustando y que tiene sus virtudes y sus menos virtudes. Ella se casó con un chico que alguna virtud tendría y que puedo aseguraros que “menos virtudes” tiene bastantes.

Y esto que me ha pasado en mi matrimonio me sirve para otras muchas situaciones. “Con estos bueyes hay que arar” es una frase que nunca me ha gustado, por lo de los bueyes, pero que refleja perfectamente lo que pienso.

Pienso que:

1. Hay que aceptar a las personas como son, no como quisiéramos que fueran o como nos haría ilusión que fueran.

2. Al hablar de “personas” me refiero al marido, a la mujer, a los hijos, a los nietos y a nuestros amigos.

3. También me refiero a nuestro jefe, a nuestros subordinados, a los clientes, a los proveedores y al del bar donde solemos desayunar.

4. Las personas mejoran, pero no cambian. Es decir, el que tiene mal genio, si lucha mucho, conseguirá tener un poco menos de mal genio, pero no se caracterizará nunca por ser el más amable de la urbanización.

5. Que en ese aceptar e intentar ayudar a que mejoren las personas que nos rodean nos jugamos mucho.

6. Nos jugamos:

a. La paz en el matrimonio y el cariño de nuestra familia.

b. El poder trabajar a gusto en nuestra empresa sin pensar que, en ese preciso momento, alguien está hablando mal de ti a tus espaldas.

c. El dejarnos de fantasías en la familia, tales como

i. “Si mi mujer fuera de otra manera, las cosas nos irían mejor”

ii. “Si mi hijo fuera medio metro más alto y, además, supiera jugar al baloncesto, a estas horas estaría en la NBA y yo viviría en Estados Unidos”

d. El dejarnos de fantasías en la empresa, tales como:

i. “Si este subordinado fuera de otra manera, esto iría mejor”.

ii. “Si mi jefe fuese el tío más cariñoso, amable y dicharachero del mundo, la empresa funcionaría de otra manera”.

Que NO. Que, gracias a Dios, yo me casé con mi mujer y no con Rita, y mi mujer se casó conmigo y no con Julio. Muchas veces he pensado que, si me hubiera casado con Rita, igual me hubiera hecho famoso por haberle dado un guantazo como el que le dio Glenn Ford. Y lo malo es que, quizá, ella me lo hubiera devuelto.

¡¡Qué horror!! Prefiero ser feliz con esta persona concreta, prefiero querer a esos seres concretos que son mis hijos, prefiero procurar trabajar muy bien en ese trabajo concreto y con esas personas concretas que tengo a mi alrededor.

Y, si de paso, les ayudo a mejorar, y también de paso, ellos me ayudan a mí, miel sobre hojuelas. O sea, como dice un amigo mío: ¡Bingo!

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