Diego es mi amigo. Tiene seis hij@s, de los que viven cinco. Actualmente todos están fuera del nido, pero acuden, siempre que pueden a visitarles tanto a él como a su cónyuge. Ayer me llamó para acudir a un concierto de las fiestas, en la Plaza de María Pita. Es un autodidacta de la música, sobre todo de la clásica y un enamorado de la música de Bach.
Mientras nos dirigíamos hacia el recinto musical me hablaba de sus dos hijos que estaban en sendas aventuras en lugares diversos y variados. Una de las hijas, esperaba en Barajas para viajar por la madrugada hacia el continente africano. Un largo viaje que le llevaría a Durban y después a Ciudad del Cabo. En esta ocasión desconozco la finalidad del viaje y espero que sea turismo para conocer un nuevo país.
Recuerdo que hace un par de año esta misma hija se fue un mes de vacaciones entero a la India, con el fin de ser voluntaria en la labor que realizan las hijas de la Madre Teresa de Calcuta en aquella ciudad. Y vivió como una más de las personas que realizan esta labor todo el año: limpiando enfermos, dando de comer, asistir en la hora de la muerte y todo lo que conlleva esta labor humanitaria. Al final quiso traerse una criatura y adoptarla como hij@, pero el formulario de la documentación, algo farragoso, le aconsejó dejarlo para otra ocasión.
El hijo de mi amigo Diego, licenciado en derecho, esperaba en un campamento para hacer los mil metros que le faltaban, a la misma hora de la madrugada en que la hija viajaría hacia África, para coronar el Mont Blanc de lo Alpes. Por Internet había enviado este mensaje a última hora de la tarde. Y hace –también, hace dos años- el mismo hijo coronó una altura elevada de los Andes, en esta época de verano aprovechando la época de vacaciones.
Lo que me sorprendió de mi amigo Diego, fue la serenidad con la que comentaba las andanzas de sus dos hij@s. Recuerdo cuando se le “fue para siempre” por una enfermedad rápida, una hija, joven ella, cuando preparaba las oposiciones de judicatura. Cuando le fui a dar el pésame, fue él quien me animó con sus palabras ya que me dijo, sencillamente: “¿Por qué voy a estar triste si es Dios quien se ha llevado a mi hija? Él sabe mejor que nosotros lo que hace con sus hij@s”.
Mi amigo Diego, después del concierto nocturno de ayer sábado, me acompañó a tomar un chocolate con churros.
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
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