martes, 19 de agosto de 2008

ENTREVISTA A LUIS DE MOYA, SACERDOTE TETRAPLÉJICO

«Era un paso más en mi camino hacia Dios»

¿POR QUÉ ME HICE SACERDOTE?

Entrevista a Luis de Moya, sacerdote discapacitado español.
María Velázquez Dorantes
El Observador

¿Cómo nace en usted la inquietud de ser sacerdote?

«Para mí el sacerdocio fue tan sólo un paso más en mi camino hacia Dios. Ciertamente un paso, o si se quiere un cambio de ritmo, importante, pero únicamente un modo nuevo de responder a mi vocación de hijo de Dios, de persona inmensamente amada por nuestro Creador y Padre, que me esperaba en la Vida Eterna desde el comienzo.

«Al inicio de mis estudios de medicina, en Madrid, pedí la admisión en el Opus Dei. Desde entonces mi vida cristiana fue más responsable. Asumí el compromiso, permanentemente actualizado, de tomarme a Dios en serio, siguiendo el espíritu de santificación en medio de los quehaceres corrientes de este mundo, que había inspirado Dios a san José María Escrivá. En realidad, aquella entrega completa a Dios que suponía mi incorporación al Opus Dei incluía ya, de algún modo, mi disposición al sacerdocio, si así se me pedía, aunque no tuviera por entonces semejante idea. Mi ilusión por entonces era ser un buen médico.

«Con el paso del tiempo, una vez finalizados mis estudios de medicina, y habiendo concluido asimismo los estudios necesarios que la Santa Sede exige para ser sacerdote, el prelado del Opus Dei, entonces monseñor Álvaro del Portillo, me llamó al sacerdocio. Mi respuesta afirmativa se concretó en la ordenación, que tuvo lugar en el mes de agosto de 1981».

¿Cómo describiría su vida sacerdotal?

«En realidad, la vida de sacerdote consiste en la santa Misa. Todo en él debe ser la Misa: una ofrenda a la Trinidad Beatísima, que es el mismo sacrificio de Cristo en el Calvario, por la salvación de todos los hombres. Así, pues, cualquier tarea sacerdotal (todo en el sacerdote debe serlo) tiene esa intención: la salvación de los hombres.

«Pero esa salvación, esa Santa Misa, no es posible sin una rendida fidelidad al Santo Padre. El amor al Papa y a su doctrina es necesario que empape la vida del sacerdote, es el criterio y garantía de su valor sacerdotal. Procuro, por consiguiente, mirarme de continuo a través de su vida y sus palabras, cuando me pregunto ué hacer para impulsar más a los hombres hacia Dios. Pudiendo celebrar la Santa Misa cada día y manteniendo una permanente relación con muchas personas, no es un obstáculo en mi caso la discapacidad que padezco habiendo quedado tetrapléjico por un accidente. De hecho, la falta de movilidad física se puede compensar hoy, aunque sea en cierta medida, con los medios informáticos».

¿Cuáles han sido los retos más simbólicos que ha enfrentado como sacerdote?


«Me parece que el reto permanente y más complicado del sacerdote es el pobre hombre que sustenta el más grande de los honores que se puede recibir en este mundo. Las circunstancias en las que debe desenvolverse, los obstáculos con los que se debe enfrentar, las exigencias y contrariedades que pueda encontrar en su camino nunca son el problema. Todo eso tratará de superarlo con la gracia de Dios que no le va a faltar. Intentará hacerlo lo mejor posible, con la ayuda divina, y obtendrá así el fruto que Dios le conceda. El único problema será él mismo, sus pecados, su falta de humildad, su falta de obediencia, su pereza, su falta de amor».

¿Qué experiencias como sacerdote le han dejado más impactado?

«Posiblemente haya sido reconocer la bondad heroica, el amor hasta el extremo en personas sin una especial apariencia atractiva. Es en verdad impactante conocer que el éxito, la fama o el triunfo que despiertan la admiración del mundo tienen con frecuencia muy poco que ver con la santidad en que consiste el verdadero valor de una persona. Se trata, por otra parte, de un fenómeno muy conocido: que los famosos y triunfadores son, no pocas veces, personas muy poco ejemplares en el conjunto de su vida. Pero tal vez sea más impactante todavía que el hecho en sí, la realidad de que se trata de un fenómeno socialmente admitido, como si no tuviera apenas importancia que los famosos y triunfadores sean falsos, infieles, inmorales, ladrones, injustos; como si el éxito fuera capaz de borrar cualquier depravación personal. Como si, en fin, no tuviera importancia vivir de espaldas a Dios con el aplauso humano».

¿Cuál considera que es la tarea más difícil para un sacerdote?

«Aunque sea de algún modo insistir en algo ya mencionado, me parece que lo más difícil es el conocimiento propio y la mejora personal. «Primero tú», solía insistir san Josemaría. La principal tarea para un sacerdote es, desde luego, su propia santidad: su oración personal, su sacrificio personal, su amor a Dios. Sin duda algo bastante más difícil que lo que puede hacer para arreglar el mundo de fuera, por mucho que sea lo arreglable. Además, no todo lo que hay por hacer en el mundo corre de su cuenta; lo que sí corre de su cuenta es él mismo».

¿Cuál es su concepción sobre la vida y la muerte?


«La muerte viene ser el final del capítulo terreno o temporal. El final de las oportunidades. Porque la vida es eso: el tiempo o la oportunidad que se nos ha concedido para llegar a Dios que nos espera para siempre. Por consiguiente, no hay tiempo que perder cuando nos va tanto bien en cada momento, que podemos convertir en una ocasión de amar a Dios, que Dios no olvida».

¿Qué piensa de la eutanasia y el aborto?

«Son asesinatos, ni más ni menos. Se han escrito libros sobre ambos temas, pero, resumiendo, son eso. Incluyen, además, la negación de un Dios, Padre bueno, que no puede mantener a sus hijos en situaciones insufribles. Suponen la pretensión de ir de dioses por la vida, señores de la muerte, en este caso».

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