Urge en las sociedades occidentales una regeneración y un mayor esfuerzo para convivir con quien piensa diferente. Pues todavía más en tiempos electorales se precisa una reflexión. Por ejemplo ante la manifiesta dificultad de ciertos políticos para valorar objetivamente la realidad socioeconómica de nuestro país. En cualquier profesión u oficio ocurre que para solucionar problemas y afrontar proyectos, es imprescindible evaluar con sinceridad la situación. También, cuando algunos gobernantes se ponen huecos ante nuestras objeciones, pidiendo detalles y argumentos, que ya saben y que no quieren oír.
Los ciudadanos de a pie estamos indefensos, en muchas ocasiones, ante los poderes públicos. Importa mucho que, quien nos está pidiendo el voto, tolere bien nuestras críticas y, por ejemplo, no se obstine en negociar con terroristas. La libertad para discrepar ha de quedar siempre protegida. No sólo es cuestión de tolerancia. Es, principalmente, el respeto debido a todos los ciudadanos.
¿En manos de quién estamos? ¿Tan costoso es rectificar? Seguro que todos valoramos la constancia en la lucha por el bien común y la verdad de aquellos políticos que, en algún caso, puedan haberse equivocado.
No hace falta ser Ortega y Gasset para poder exigirlo. Aunque él mismo, hace ya casi medio siglo, dejó escrito:
«De todas las enseñanzas que la vida me ha proporcionado, la más acerba, más inquietante, más irritante para mí ha sido convencerme de que la especie menos frecuente sobre la tierra es la de los hombres veraces. Yo he buscado en torno, con mirada suplicante de náufrago los hombres a quienes importase la verdad, la pura verdad, lo que las cosas son por sí mismas, y apenas he hallado alguno.
¡Y he hallado tan pocos, tan pocos, que me ahogo! Sí: congoja de ahogo siento, porque un alma necesita respirar almas afines, y quien ama sobre todo la verdad necesita respirar aire de almas veraces. No he hallado en derredor sino políticos, gentes a quienes no interesa ver el mundo como él es, dispuestas sólo a usar de las cosas como les conviene».
No es mi intención generalizar. Sabemos que en todos los lugares podemos encontrar concejales, alcaldes y políticos estupendos que se desviven por el bien común. Pues ya va siendo hora que a la política se incorporen más destacados profesionales, que busquen servir de verdad a todos los ciudadanos. Por otra parte, nuestra formación intelectual, lejos de consignas automáticas y partidistas, será una buena salvaguarda de la libertad. Entrenarnos en el uso de la razón y las buenas obras supondrá una mejora personal y de toda la sociedad.
La búsqueda del progreso en un orden justo exige un sano espíritu crítico. Pues a ejercerlo. ¡Faltaría más! Emilio Avilés Cusillas. Padre de familia numerosa. Profesor especialista en Pedagogía Terapeurica. Subdirector de EDUCAR ES FÁCIL.-
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
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