Hoy tres de junio, es un día algo especial. Una buena persona se nos ha ido de este planeta. Se llamaba Carmen. Era una mujer sencilla, una mujer buena -muy buena- capaz de todo lo que se le pidiera, una esposa esquisita y madre especial, amable y cariñosa; con las amigas, mujer delicada donde las haya. Su esposo está abatido por su marcha, al igual que los hijos y demás familiares. Los amigos lloramos su ausencia. Todos nos quedamos algo huérfanos.
Pero he aquí, que al llegar a casa, al rebuscar unos papeles me encuentro son unas poesías que el marido escribió hace años. El papel está amarillento por el paso de los años y allí me topo, entre otras, con una poesía que no me resisto a copiar tal cual la escribió el autor. Sobran palabras y que cada cual deduzca de los versos el cariño que encierra en sus catorce versos de rima asonante.
VIRGEN DEL CARMEN
Cuando me pongo triste, miro al cielo,
Te veo y empiezo a entusiasmarme,
pues lo que te he pedido Virgen del Carmen,
llega a mi alma, para animar mi desconsuelo.
Todo mi amor y mi constante anhelo,
es tu perdón y protección para ayudarme;
esa dulce mirada, para consolarme,
en mis horas de angustia y de recelo.
Querida madre, Virgen del Carmelo.
¡Cuántos corazones se hacen altares!
¡Cuántas viudas están a Ti rogando!
Y por la inmensidad de las eternos mares,
alabanzas por Ti, irán cantando,
agradeciéndote ese amor sincero.
F.G. (A Coruña)
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
No hay comentarios:
Publicar un comentario