«Alas rotas», la obra póstuma de la pentapléjica más famosa de España se presentó en Madrid.
No podía ver, hablar, moverse ni respirar sin asistencia. Necesitaba ayuda para todo, y así pudo escribir, con mucha paciencia, cuatro libros, haciendo unos leves garabatos con su mano derecha que los interpretaba su enfermera. Olga Bejano, la pentapléjica más famosa de España; Medalla de Oro de la Comunidad de La Rioja; la mujer que se carteaba con Ramón Sanpedro dándole ánimos para que no cruzará la frontera del desánimo, murió el pasado mes de diciembre dejando listo su cuarto volumen: «Alas rotas» (LibrosLibres), su testamento vital, que se presentó en Madrid.
«Al menos cuatro personas no se suicidaron tras leer los libros de Olga Bejano». Quien lo afirma es Mari Carmen Domínguez, su madre y su ángel de la guarda en esos 23 años que estuvo de «arresto domiciliario» como le gustaba recordar con cierta sorna a Olga. «Tras escribir ‘Voz de Papel’ y ‘Alma de color salmón’ –cuenta Mari Carmen–, empezaron a llegar decenas de cartas al principio, cientos pasados unos meses, y miles con los años. No importaba que la dirección postal estuviera incorrecta. Correos nos traía esas cartas aunque sólo figurase el nombre de Olga. Y entre esas cartas habían por lo menos cuatro que contenían una experiencia vital estremecedora: habían pensado en quitarse la vida y tras leer los libros de Olga manifestaban que habían cogido gusto por la existencia». «Sólo por esas personas valió la pena que Olga escribiera los libros», dice emocionada la madre de la autora de «Alas rotas».
«Nunca nos sentimos abandonadas»
«Aunque las administraciones nos abandonaron –dice con un punto de rabia Mari Carmen– Dios nunca nos dejó solas. Olga le pedía constantemente: ‘Envíame a tal persona que necesito hacer este proyecto…’, y Dios nos llevaba a nuestra casa la persona necesaria para cada cometido. Él nos acompañaba». «En cierta ocasión, estando en un hospital –rememora con emoción esta riojana de tanta personalidad– sentí con tal fuerza la presencia de Dios que bajé por las escaleras 16 plantas para llegar a la capilla y decirle a Dios: ‘Ya lo sé, sé que estás conmigo’».
«La misión de Olga: acercar a la gente a Dios»
«¿Cuál ha sido la misión de Olga en esta vida?», se pregunta Mari Carmen Domínguez: «Acercar a la gente a Dios». «No tengo dudas de que Dios la eligió para esa misión y los frutos que dio son innumerables». «En cierta ocasión le escribió una persona que tenía muchas dudas de fe. La correspondencia duró varios meses y Olga no paraba de sostenerla, de darle ánimos, de mostrarle el camino para que encontrara la paz en el Señor». También cuenta la historia de un joven cuyos padres estaban completamente desesperados con él. Ya no sabían que hacer. Se había metido en una banda de rap, fumaba porros, sus notas se habían desplomado y no obedecía a nada que tuviera que ver con la familia. «Un día se presentó en casa junto con su madre. El chico se quedó tan impactado de vera a Olga con los tubos, en esa UVI doméstica, que le dijo: ‘Ostras, Olga, te prometo que un día llegaré a ser médico e intentaré curarte». Hoy, ese joven está a punto de terminar Medicina con las mejores notas de su promoción.
Más de ciento cincuenta personas
En un ambiente de gran emoción, más de ciento cincuenta personas se reunieron en la parroquia de San Gabriel, de los padres pasionistas, en Madrid, para escuchar con gran atención y lágrimas en los ojos el testimonio de Mari Carmen Domínguez, que en muchos momentos no podía contener su tristeza al recordar historias y anécdotas de los 23 años de enfermedad de Olga. Intervinieron también Pepe Fernández del Cacho, sacerdote pasionista, escritor y poeta, que lleva a gala la distinción que en su momento le otorgó Olga como «mi hermano adoptivo»; el cantautor José Luis Pardo que cantó dos canciones compuestas para Olga, Juan Pedro Alcaraz, Sonsoles Calavera, Marysia Szumlakowska y Pilar Ángel, amigas de Olga y, por último, cerró el acto el editor de LibrosLibres, Álex Rosal.
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
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