sábado, 16 de mayo de 2009

...Y CON EL DOMINÓ, MEJORÓ

Mi amigo Juan padecía de una gran depresión y no encontraba médico que diera con la farmacopea conveniente para su curación. Pasó unos días en nuestra casa, acompañado de una persona que le cuidaba día y noche. De esto hace unos diez o quince años. Juan estaba muy delgado, se “drogaba” con tantas medicinas como tomaba, pero no encontraba remedio. Y pasaban los días y cada vez estaba más flojo, sin carne que le cubriera su delgadez. Es preciso aclarar que Juan es una persona más bien alta, por lo que destacaba más aún sus necesidades de kilos en la báscula.

Pasaron unos años y coincidimos lejos de Galicia. Allá en los Pirineos y me quedé pasmado cuando saludé a Juan. Tenía buen color, muy animado y con un optimismo grande. Nos lo habían cambiado para bien. En una conversación rápida me explicó el por qué de aquel cambio. Había encontrado en Madrid una psiquiatra que le había ajustado la medicación, añadiendo a esto otros complementos.

Eran:1.- Caminar todos los días dos horas, con chándal o sin él, hiciera frío o calor, lloviera o no, le apeteciera o le diera igual. 2.- Nadar en la piscina durante una hora cada día. 3.- Beber -¡asómbrese el lector!- cada día siete litros de agua. 4.- Jugar todos los días al dominó con otras personas, ganara o perdiera, se enfadara o lo pasara estupendamente según las jugadas.

Mi amigo Juan llevó todo a buen fin y se encontró mucho mejor. Por este motivo me acordé del dominó. Y es que los juegos de mesa tienen la cualidad de que nos hacen olvidar los problemas cotidianos. En nuestra sociedad actual, lo que ocurre en algunas ocasiones es que se juega siempre para ganar, sin ver la capacidad de distracción. ¡Y si a eso le sumamos lo crematístico, mucho mejor!

Mi padre era un buen aficionado al dominó y le recuerdo pasarse en un bar, con un café delante suya y el pitillo en la comisura de los labios, pasarse buenas jornadas después de comer, mirando a los compañeros de turno y colocando las fichas, levantando las cejas pero sin musitar palabra. Nunca decía si había ganado o perdido los cafés, pero era su diversión favorita, además de la caza y dar grandes paseos con su amigo Jesús, buen mecánico y mejor amigo, sin olvidar al médico y el boticario del pueblo.

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