— ¿Y en qué medida tienen remedio los aprendizajes equivocados de la infancia o la juventud?
- Parece claro que los problemas más comunes de esas edades (por ejemplo, sentirse habitualmente ignorado y falto de atención o de afecto, verse rechazado en el entorno escolar, etc.), dejan su huella.
Sin embargo, esas heridas emocionales que muchas personas llevan profundamente grabadas, pueden cicatrizarse y curar. Es cuestión de aprender a relacionarse de manera inteligente con ese lastre emocional que toda persona lleva en su vida.
— ¿Y cómo se aprende?
- Esas heridas emocionales pueden habernos hecho, por ejemplo, susceptibles e inestables. En ese caso, tendremos la impresión de no poder evitar una respuesta hostil casi automática ante determinados estímulos. Sin embargo, aunque no siempre podamos controlar bien cuándo seremos víctimas de una reacción interior de enfado o de encrespamiento, sí podemos ejercer mucho más control sobre la medida en que esa reacción interior se hará con el control de nuestro estado emocional; cómo lo manifestaremos externamente; cuánto tiempo durará.
Ese nivel de autocontrol bien podría ser un índice del avance en ese proceso de maduración emocional (de liberación de ese lastre emocional), puesto que la capacidad de contener la exteriorización del enfado y el tiempo de recuperación del equilibrio interior muestran la madurez de las respuestas que la inteligencia da a nuestras reacciones primarias espontáneas.
Cuando nuestras reacciones son demasiado exigentes con uno mismo o con los demás, o son de tipo victimista, o hiperdefensivas, o con aire de suficiencia, se desarrollarán estilos emocionales frustrantes (con sentimientos de desesperación, tristeza, resentimiento, hiperculpabilidad, etc.) que, además, suelen fácilmente desbordarse y afectar también a otros ámbitos de nuestra vida.
— ¿Y en qué medida afecta esto, por ejemplo, al rendimiento académico o profesional?
- El deseo de aprender, el autodominio, la capacidad de relación y de comunicación, la capacidad de comprender a los demás y hacerse comprender por ellos, o de armonizar las propias necesidades con las de otros, etc., son habilidades que si se logran desarrollar en el entorno familiar, permiten partir con una indudable ventaja en la vida académica y profesional. La capacidad de abstracción, o de pensar de forma sistemática, o de asociarse o concertar voluntades en torno a un proyecto común, o la creatividad, son ejemplos de capacidades emocionales importantes para la vida que no son fáciles de incluir en los currículos académicos. Alfonso Aguiló, Director del Colegio Tajamar y autor de numerosos artículos y libros sobre Educación.-
Diario de Molinoviejo (V)
Hace 1 año
No hay comentarios:
Publicar un comentario