domingo, 25 de octubre de 2009

CRÍTICA DE LA PELÍCULA ÁGORA --Pedro Crespo

El domingo, 11 de octubre, me fui a ver Ágora, después de haber leído bastante sobre la película y sobre la historia de San Cirilo, Alejandría e Hipatia. Me gusta ir al cine no por lo que cuentan las películas, por los argumentos, si no por cómo lo cuentan: esa es la grandeza del lenguaje no verbal, enormemente enriquecido en el arte del cine, dónde se ve lo que un director sabe y quiere enseñar.

Confieso, sin querer molestar a nadie que, cuando fui a ver “El Código da Vinci” y “Ángeles y Demonios”, que previamente había leído, pasé un rato “entretenido” sin hacerme problema personal, pues era tal el montaje argumental y de errores que, para mí, no suponía ningún problema, pero comprendí que podía serlo para mucha gente. Se hicieron grandes esfuerzos por desmontar el engranaje tipo Caballo de Troya… Al fin y al cabo era una historia de sospechas más o menos mal construidas, que servían para pasar un rato.

Cuando salí de ver Ágora mis sensaciones fueron diferentes: es un argumento plano, construido con lógica y sencillez, con una gran producción y despliegue de medios para transmitir mensajes, que van envueltos en mentiras que confunden al espectador poco instruido… pero este lenguaje se emite en una onda diferente al “Código da Vinci” y llega a un espacio, quizá el afectivo, que levanta, no sólo sospechas sobre la Iglesia y su proceder en el pasado, sino las heridas, que todos tenemos generadas por las dificultades de la convivencia y de la historia personal, con argumentos supuestamente objetivos, históricos y contrastados… de tal forma que al espectador ya no le hace falta saber nada más, la Iglesia es así: intolerante, visceral, bárbara, contraria a la razón, marginadora de la mujer… y encima canoniza a un energúmeno que defendió todo eso, Cirilo de Alejandría. ¡Una película contra la intolerancia que genera intolerancia!

El día de la Virgen del Pilar (12 de octubre) tenía preparada una homilía sobre el capítulo de la Economía de Benedicto XVI en Caritas in Veritate, para hablar del desarrollo de todos, como quiere una Madre de sus hijos, con los criterios morales que pone el Papa, en este capítulo de la Encíclica, a la Economía: Confianza, ayuda a los pobres, bien común, solidaridad… gratuidad.

No pude sustraerme de la responsabilidad de decir algo sobre Ágora, y lo hice en el apartado de la confianza, que para mi es fundamental. Debajo de la crisis económica está la falta de confianza, la crisis genera más desconfianza. ¿Por qué me fío de las personas o de Dios o por qué desconfío? ¿Somos razonables en nuestras confianzas? ¿Me fío por la apariencia de quien me habla? ¿Invierto por los intereses que espero percibir? ¿Me mueve el miedo promovido por intereses económicos a la gripe A para vacunarme? ¿Me condicionan mis sufrimientos para no aceptar a Dios o el miedo a perder mis libertades? ¿Tengo algún mal recuerdo de mi historia personal con respecto a la Iglesia? No mandan los políticos, ni la economía, sino la confianza que nosotros depositamos en los demás; algo más complejo de explicar que la propia economía.

Confiar y fiarse de Dios y de los demás, razonablemente. Siempre un reto inevitable para las personas. Es curioso cómo quienes no se fían de Dios confían en argumentos sin objetividad y se dejan llevar…

Pues bien, la gente que vea Ágora se fiará más de Amenábar que de la historia y de la Iglesia; así de irracional, ante una película que pretende plantear el tema de la razón y la ciencia, entre otros.

En mi homilía sólo pretendí desmontar algunas mentiras: San Cirilo no tuvo que ver con la muerte de Hipatia y sí con Éfeso y la declaración de María como Madre de Dios, fiesta que celebramos el 1 de enero; lo que no aparece ni por asomo en la película. Y que los cristianos no fueron los responsables de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, ni la Iglesia es contraria a la razón y a la ciencia.

Pero el problema no está en los razonamientos, pues se emite en “una onda diferente” y por eso vino a mi memoria un Credo que elaboró un compañero, Francisco-Manuel Jiménez Gómez, con ocasión de la festividad de San Pedro y san Pablo, que expresa en “esa otra onda”, con diferente entonación, una confianza razonable y entregada a la Iglesia y en la Iglesia. Hice una copia para cada asistente a la Eucaristía y les invité a recitarlo conmigo.

Después me llegó el artículo que desmonta de un modo más razonado lo que yo quería decir y que os copio aquí. Al final os copio el “Credo” para que lo recitéis en privado y/o en público: ésta sí es la Iglesia en la que nosotros creemos. Y os aconsejo una película diferente, donde se expresa lo que sí es la fe. Pedro Crespo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo en México logré por mi cuenta ver la película Ágora en copia pirata, que no se por qué razones los monopolios de cine de aquí se negaron a exhibirla o distribuirla para verla al menos privadamente. Bueno. En mi consideración la película es verdaderamente hermosa. Es un creación fantástica de la vida de Hypatia y de la Biblioteca de Alejandría.Eso es el cine. No es un documental ni una reseña histórica ni un documento con autoridad, nada de eso. Es una película hermosa. Que al menos a mí me infundió un amor por la causa de Hypatia y de muchos hombres y mujeres que han sido amantes de verdades (me abstengo de decir La Verdad). La confianza en lo desconocido si que es espiritual. La misma Iglesia católica lo reconoce como el motor de los hombres de fe. Confiar en lo conocido definido en un credo ha sido para mí (esto lo subrayo para mí) muy pobre y desolador. Porque qué hacer con quién no adopta ese credo, ¿cómo verlo?, ¿cómo hacer comunión con él si el credo nos separa? Amo la causa de Hypatia como la búsqueda de sencillas y humildes verdades y no de esas "grandes verdades" de concilios y de revelaciones de "iluminados", de las que resultan muchas ambigüedades e injusticias. En esta película se ataca la ignorancia y la hipocresía de los corderos, nada +. La historia va poniendo a cada quien en su lugar. No veo en ningún momento un ataque al cristianismo.Eso es quere ver moros con tranchetes. Y cuidado con denostar al arte desde un púlpito. El púlpito es sagrado.
Llamar irracional a quien plantea un tema desde el arte no es poca cosa aunque el planteo tenga en si mismo imprecisiones y aún intenciones de confrontar visiones.
La caridad es el signo del cristianismo, que ojalá y las Iglesias presentes y futuras aprendan a confiar en ella.Y ojalá el cristianismo brille por ese signo más allá de sus propios límites.
Saludos cordiales.