domingo, 11 de octubre de 2009

47

Este número es impar. Según las matemáticas es un número primo, sólo, divisible por el mismo y por 1. Pero no está aquí por motivos de ciencias matemáticas. Sencillamente viene a ser un recordatorio de los años que lleva El Africano en Galicia.

Fue en una fecha como la de hoy, cuando después de atravesar el Mediterráneo -no en un cayuco, sino en un barco de los que entonces se usaban para tal fin, acompañado de un par de maletas, un paraguas y una buena gabardina, se nos plantó en Málaga. Fue una travesía nocturna, con una mar calma –aunque en ocasiones deja mucho que desear el Mediterráneo- dejando a la derecha la isla de Alborán, en un camarote de segunda clase y con el ruido de las máquinas del barco se realizó la primera etapa de tres que le llevaría has el destino final.

A las ocho en punto de la mañana, una vez aseado –y desayunado- desembarcó El Africano para pasar revista en la aduana del puerto. Los guardias le mandaron abrir todas las maletas y con unos guantes blancos revisaron todo lo que en las maletas se encontraba. Ni tabaco, ni café, ni bebidas espirituosas, ni otros elementos se podrían pasar sin abonar un canon. Una vez realizadas estas operaciones de protocolo entre fronteras, El Africano se dirige en un coche de caballos –entonces era preciso llegar a un acuerdo y realizar la rebaja pertinente- hacia la estación de tren para dejar en consigna las maletas y sacar el billete del tren hacia Madrid.

Pasado casi todo el día en esta ciudad del sur español –con una visita a un antiguo amigo- volverá a tiempo para cenar por allí cerca y prepararse a pasar una noche entera en un vagón de forma lo más cómoda posible, ya que el asiento es de madera dura y pura.

Pero la juventud es capaz de estas cosas y mucho más. Además, El Africano está acostumbrado a todo desde que estuvo en la mili normal en Larache y Tauima –cerca de Nador- sirviendo en un aeródromo parta defensa del mismo ante los ataques de posibles aviones con el buen manejo de los cañones Krup y de la mesa Malsi, que traducía con una rapidez prodigiosa en elementos prácticos la velocidad y altura del avión en coordenadas apropiadas para impactar con los proyectiles del cañón. Es preciso recordar que entonces la mesa Malsi fue lo anterior a lo que hoy sería un ordenador de mano.

El tren llegó puntual o no a la estación hermosa de Atocha. Allí entonces se arremolinaba el olor a carbonilla y a grasa con el del olor a churros madrileños y café de verdad de los de antes. La misma operación de acercar las maletas a la oficina de consigna. Para sacar el billete tuvo que desplazarse a unas oficinas que RENFE tenía en la Gan Vía madrileña. En esta ocasión los ordenadores eran “digitales” y fue fácil de sacar –o quitar, como se dice entre los gallegos- el billete para La Coruña Había varias ventanillas en las que decían unos carteles: “VIGO”, “La Coruña”, y así sucesivamente. Quien estaba al otro lado de la ventanilla llevaba una visera para evitar la molesta luz. Y en la oreja el consabido lápiz de la marca de entonces que era “La Fournier”. Después e abrir un libro enorme en el que se anotaban los billetes que ese expendían, entregó el mismo después de recibir el montante en pesetas de unas trescientas y pico de las mismas.

Esperaba a nuestro amigo El Africano todo un día para estirar piernas y recoger los datos necesarios para llegar a La Coruña y saber lo que allí le esperaba: una escuela recién terminada, sin alumnos, sin profesor, sin bedel, sin pizarra y sin otras muchas cosas que debe tener una escuela según los tratados de al pedagogía más moderna.

Vuelto a la estación del Norte –que no de Atocha- buscó con cierta curiosidad el andén y el vagón que le correspondía. Tuvo suerte en esta ocasión, pues nuestro amigo s pasó gran parte de la noche jugando al ajedrez con un chico de Betanzos que entonces estudiaba en los Salesianos de La Coruña. No recuerda El Africano su nombre pero sí supo entonces que el chico aquel era conocido de Francisco Iglesias al que conocería el día siguiente de su llegada a La Coruña.

¡Y se hizo de día después de jugada tras jugada y echar una cabezada! Eran los primeros momentos del día 11 de octubre del 1962, el mismo día que en Roma comenzaría el Concilio Vaticano II. ¡Un cielo azul hizo que nuestro amigo, EL Africano, no supo donde esconder el paraguas con el fin de que nadie se molestase…! ¡Y hoy es 11 de octubre de 2009!. Son 47 años de estancia de nuestro amigo en Galicia. (Continuará)

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