lunes, 24 de agosto de 2009

DESDE LA CORUÑA A PEKÍN -PRÓLOGO´-

Esta mañana -lunes, 24 de agosto de 2009- una familia coruñesa ha madrugado bastante para emprender una apasionante y gran aventura. Viajarán, en su primera etapa, desde Alvedro a Lisboa, para llegar a París, y después en viaje directo –diecisiete horas nada menos- hasta llegar a Pekín, para adentrarse en aquellas tierras que muchos sólo conocemos por las películas, la televisión y libros, además de Internet.

Hace unos días nos despedimos y le encargué a uno de los componentes algo que pienso que será posible. Hacer un diario de cada jornada y si es posible enviarla al blog, donde iremos colocando las aventuras de aquellos exóticos lugares.

No hay que olvidar que el Lejano Oriente, místico y colorista, mezcla de religiones, razas y culturas configura la explosión de vida más rica del mundo. China, el gran gigante de Asia, con su cultura imperial y su historia milenaria, es la base del resto de las culturas y civilizaciones que se desarrollaron en el Lejano Oriente.

Nuestros amigos han escogido una ruta que les llevará casi quince días recorrerla. Pienso que será difícil –pero no imposible- la tarea de querer aprehender en este tiempo la riqueza de aquellos hermosos lugares, con sus complejas formas de expresiones representadas en el budismo, arte y filosofía de la vida que seduce a cualquiera.

Para situarnos digamos que China con algo más de nueve millones de kilómetros cuadrados –unas 19 veces la Península Ibérica- es el tercer país en dimensiones del mundo. Es el más poblado, con mil trescientos millones de habitantes (una quinta parte del total mundial).

Su historia suele situarse en el siglo XXI a.C. lo que nos da una idea de la amplitud y complejidad de los sucesivos periodos afrontados por el país, en los que la unión y el esplendor alternan con desunión, invasiones y mandatos extranjeros.

No cabe duda que es un destino apasionante por la riqueza cultural y paisajística que ofrece al visitante, además de la gran vitalidad que se respira en cada uno de sus rincones, de las grandes ciudades como Pekín, Sanghai, Chongquing o Taipei a las pausadas regiones del interior.

Cuando redactamos estas líneas ya será el día siguiente allá en China, por la tarde, y nuestros viajeros llegan con el mal del avión, que hace no estar muy avispados hasta cuarenta y ocho horas después, cuando se aclimatan a las comidas, costumbres, paisajes exóticos, idiomas y todo lo que se nos ocurra pensar o imaginar. (Continuará)

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